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José Manuel García Marín

Al-Ándalus: El refugio de la luz

Al-Ándalus: El refugio de la luz

    El 28 de septiembre, José Luis Serrano, Juan Manuel Ortega Marín y yo, tuvimos un coloquio en Málaga, titulado: "Al-Ándalus: el refugio de la luz", moderado por Juan Antonio Vigar, en el Aula de Cultura de Diario Sur, en c/ Tomás Heredia, 14, en el salón de actos de Cajamar, a las 20:00. Síntesis de mi intervención:

            El coloquio de hoy tiene como título «Al-Ándalus: El refugio de la luz», con el intencionado propósito de hacer referencia a la luminosidad del azul de nuestra tierra, y a la luz del conocimiento que aquí halló cálido refugio durante los siglos de la Hispania de predominancia musulmana. Digo predominancia porque fue un periodo de la historia en el que, si bien la islámica es la religión hegemónica, conviven junto a ella la judía y la cristiana, aunque fueran minoritarias, bajo una cultura común. Por otra parte, el término “refugio” es utilizado como metáfora en referencia a la cultura que nos llega de Oriente y que, en esta vieja península, adquiere tal desarrollo que Córdoba se convierte en esplendoroso foco, muy por encima del resto de las ciudades importantes europeas.

            El conflicto aparece cuando, en contra del mito de la invasión militar árabe, apuntamos que esa civilización no nos era desconocida porque, como declara Ignacio Olagüe en su libro “La revolución islámica en Occidente”, ya nos habían invadido las que él llama ideas-fuerza, la expansión de las ideas, a través de viajeros y caravanas, pues, como todo el mundo sabe, el comercio siempre ha sido correa de transmisión de noticias, de innovaciones y de cultura. Hoy adoptamos estilos de vida y modas americanizadas, que nos gustarán o no, pero lo que no podemos afirmar es que se nos hayan impuesto por la vía militar, sino por la comunicación. Es cierto que entraron tropas, naturalmente, pero en número tan insuficiente que, de haberlo querido, el pueblo las habría masacrado.

Sin embargo, la inmensa mayoría de los habitantes de la Península Ibérica reaccionan abrazando esas nuevas formas y, poco a poco, terminan islamizándose. Entonces, y aunque lo dicho sólo sea un brevísimo resumen, el resultado final es que las sucesivas expulsiones fueron de hispanos de fe judía, primero, y de hispanos de religión musulmana después. En definitiva, hispanos. Por tanto, lejos de haber desterrado extranjeros, moros o árabes, de este suelo se arrojaron naturales de la tierra, coterráneos, paisanos nuestros.

A pesar del alcance de esta reflexión, no quiero detenerme en ella, no obstante su trascendencia y, por esta razón, inevitablemente apuntada, porque nos apartaría del tema señalado. Esto es, ¿cuáles son las consecuencias de esta cultura? La respuesta es sencilla, dado el sinnúmero de pruebas, de monumentos y de vestigios que han quedado: Las artes y las ciencias experimentaron un florecimiento de tal magnitud, que al-Ándalus se adelantó al Renacimiento. Se avanzó en medicina, matemáticas, filosofía, agricultura, etc., y se cultivó la música, la poesía y la arquitectura, con un refinamiento inigualable. Asimismo en el terreno de la mística, la eternamente olvidada, en la que sobresalen figuras de colosal talla, como la de nuestro judío malagueño, Ibn Gabirol, conocido por el castellanizado nombre de Avicebrón, y del que, me parece una curiosidad destacar que, en la actualidad, en las oraciones del “Yom Kippur”, los judíos de todo el mundo recitan el final de su obra “Keter Malkhut”.Pero fueron muchos, cientos. Algunos, erróneamente considerados únicamente filósofos, como el también judío, esta vez cordobés, Maimónides, que decía: “El hombre alcanza la idea más sublime cuando contempla en su alma la unidad de Dios”, frase más propia de un místico que de un filósofo. O el musulmán Averroes, nacido en Córdoba y coetáneo del anterior. Repito, muchos. Y tan notables, que influyeron sobre la posterior mística cristiana, como confiesa Raimon Llull en las primeras páginas de su obra “El libro del Amigo y del Amado”. Con todo, hay que hacer mención especial del murciano Ibn al-Arabí, conocido y estudiado en multitud de países occidentales, con una obra de más de quinientas tratados y, desgraciadamente, bastante desconocido en España. Se le considera el mayor místico musulmán de todos los tiempos y su espíritu universalista lo convierte en alguien difícilmente encasillable. Como muestra, valga esta poesía suya, con la que quiero finalizar mi intervención y dar paso al coloquio:  

                                     Mi corazón se ha hecho capaz

                                     de revestir todas las formas,

                                     es pradera para las gacelas

                                     y convento para el cristiano,

                                     templo para los ídolos

                                     y peregrino hacia la Kaaba,

                                     las tablas de la Torah

                                     y el libro del Corán.

                                     Mi religión es la del amor,

                                     a donde quiera que se encamine

                                     la caravana del amor,

allí van mi corazón y mi fe.

            De ese ecumenismo, de esa tolerancia, no me cabe la menor duda de que aún subsiste, en nuestra memoria colectiva, el sedimento. Seamos continuadores del legado, demos ejemplo. Muchas gracias.

 

 

1 comentario

Rosa Ribas -

Os deseo mucho éxito en el coloquio de hoy. Seguro que será muy enriquecedor.
Un abrazo
Rosa