Viejos senderos de al-Ándalus (3)
El Aire
En la costa se levanta el viento que arrastra briznas de mar hasta Pechina (Almería), la antigua Bayyana, y allí emprende la subida a la Sierra de la Alhamilla para perfumar cabelleras de palmeras. Bate el viento mientras la fuente arroja sus aguas termales, como lo hacía allí mismo otra, la del Conocimiento, cuando el lugar era la cuna del sufismo andalusí, hace nueve siglos, y la boca del maestro, Ibn al-Arif, rezumaba aljófares de sabiduría. Si la una era caliente, la otra abrasaba fibras del alma.
El aire, médula vital, hacía tremolar el manto del “Hijo del Vigilante” en medio del palmeral. Los discípulos, arracimados en torno a él, atendían mensajes de despojamiento, de aniquilación en Dios, de anonadamiento en el Amor, que posteriormente dejaría por escrito en su “Mahasin al-Mayalis” (“Los Ornatos de las Sesiones”), obra de la que se admiraría Ibn al-Arabí, el murciano, el más grande místico que ha dado el Islam.
En palabras suyas “...favorecido por el castigo y castigado por el favor”, el espíritu de Ibn al-Arif, halcón extático, se remontaba sobre las cimas de la Sierra de la Alhamilla. (Continuará)
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