Sucedáneos
Es posible que el mayor de los inventos del siglo XX haya sido el sucedáneo. Acaso porque pasa desapercibido, precisamente, y se instala en nuestras vidas con el valor de lo original, suplantándolo. Aparenta acercar al ciudadano determinados productos suntuosos, en realidad algo discutiblemente semejante, a precios muy inferiores. Pero, claro, es una ilusión. El caviar, antes, sólo lo comían los ricos. Hoy, desengañémonos, ocurre exactamente igual.
¿De verdad el hombre de a pie tiene más oportunidades de saborear el lujo? No seamos ingenuos. Lo que pasa es que con esos sustitutos de artículos, o servicios, a menor costo -las empresas han descubierto que nos lo creemos-, consumimos más y nos los ofrecen para saciar ensueños.
Eso sí, en cuanto a variedad, podemos disfrutar de un gran surtido de ejemplos:
Sucedáneos de viaje: Cándidos turistas transportados en aviones, en cuyos asientos no cabe cómodamente una persona normal, y desenlatados en una ciudad, para visitarla con quimérica brevedad, y volver a enlatarse, esta vez en el asiento, de iguales proporciones, de un autobús. O los cruceros... dejemos los cruceros.
Sucedáneos de bodas: Transformadas en lujo de palurdos. Ellas con floripondio y ellos con corbatas fosforescentes, que iluminan la noche; todos sentados en sillas de plástico con fundas de tela de primorosos lazos.
Sucedáneos de viviendas: ¿Qué decir de cincuenta metros cuadrados?
Sucedáneos de programas de televisión, con sucedáneos de contertulios, de cantantes, de famosos, de periodistas, etc.
Sucedáneos de glándulas mamarias, convertidas en ubres de silicona.
Hasta tenemos sucedáneo del desvelo estatal por sus contribuyentes: "No fumes, que es malo. El ruido, el humo y los gases tóxicos de los sucedáneos de automóviles, no". En lugar de acondicionar las carreteras (el mayor número de accidentes con muerto se da en las carreteras de doble sentido), ¿la imposición del carné por puntos no es un sucedáneo?
En todo esto, hay que confesar que los yanquis -con su correspondiente comida basura- son unos expertos. Ya han conseguido, no sólo tener un sucedáneo de vida (salvo la pena de muerte y las guerras, que no son sucedáneos), sino que la importemos encantados a Europa. Entiendo lo de ellos. Al fin y al cabo, se alimentan de esas cosas que comen y, bueno, dicen que somos lo que comemos, ¿no? Pero... ¿y nosotros?
3 comentarios
Antonia Romero -
Saludos
Antonia Romero -
Magda -