La percepción
Parece que hay una cierta confusión entre los políticos sobre lo que es la “percepción”; la del pueblo, claro, sobre lo que está ocurriendo en este país. La consecuencia es que los votantes se han hecho conscientes de que la casta política nada en un cenagoso mar de corrupción, o esa sensación tienen (tenemos). Bueno, pues no es cierto. Al menos, no debemos generalizar, porque seríamos injustos. De hecho, tengo un amigo que conoce a un profesor de autoescuela que dice que le dio clases a un joven cuyo tío carnal viajó una vez en un autobús, y su compañero de asiento juraba y perjuraba que en su pueblo, de unos trescientos habitantes, existía un concejal que jamás había metido la mano en la caja municipal, porque no había ni un euro y porque, probablemente, era honesto. Esto debe hacernos reflexionar, a fin de hacer un análisis serio de la situación.
Es cierto que las tramas corruptas, entre las descubiertas y las que se descubrirán son numerosas y que las oposiciones, según se han ido turnando, han elevado sus quejas ante ello, con la boca pequeña, claro, porque hoy te toca a ti y mañana a mí, y ahora tú indultas al tuyo como ayer indulté yo al mío. También es verdad que, sin ese desproporcionado expolio, igual ni tendríamos crisis; pero eso no quita para que aceptemos que todos los políticos no son corruptos, sólo la mayoría. Sólo a la mayoría, pues, deberíamos encarcelarlos. Y es que el pueblo, cuando llueve, lo que percibe es que llueve, queridos políticos. Espero haberos aclarado el asunto. De nada.
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