LA ENTREGA Ignacio Caparrós
Quiero arder, abrasándome en mis versos,
como un dios que ha elegido su agonía.
Yo te ofrezco, Señora, los diversos
mundos que fui creando cada día.
Por que luzcas mis gemas más brillantes,
por que vengas a mí, como una novia,
yo te ofrezco, Señora, mis instantes
y ese afán de fijarlos, que me agobia.
Porque sé que, al besarme, sólo quieres
sofocar esta llama que me alumbra,
desnúdame, Mujer entre mujeres,
Señora del silencio y la penumbra.
Y bésame despacio, más despacio...
Y cúbreme de besos hasta el alma...
Y llévame a vivir en tu palacio,
donde dicen que todo queda en calma.
Después de haber gozado, sólo un sueño
sin retorno me aborte en tus caderas.
Mi cuerpo junto al tuyo, ya sin dueño,
mi espíritu sin mí, sin las hogueras
de aquel fuego en que ardí, por ser del humo
indicio de una llama y de su suerte.
A ti, Señora, entrego cuanto asumo,
mas nunca asumiré, mi Amor: mi muerte.
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